Hay días, semanas, meses incluso, en los que todo pesa. Nos cuesta encontrar el camino, la ilusión, estamos tristes o todo parece más negro de lo normal. Cada vez que me sucede me acuerdo de aquella mítica Holly Golightly en Desayuno con Diamantes.
En la película Holly distingue los días negros de los rojos. En los días negros le preocupan pequeñas cosas con un porqué claro, sin demasiada importancia. En cambio, cuando tiene un día rojo se siente triste, pequeña o miedosa sin razón aparente. Cuando eso sucede coge un taxi y se acerca a Tiffany's hasta sentirse mejor. En sus propias palabras “nada malo podría ocurrirme allí”. Bajo aquella escena de una melancólica e imponente Nueva York se sincera acerca de la búsqueda de un lugar que la haga sentirse igual, mostrando todas sus sombras y peores pesadillas.
Entonces, ¿a dónde va uno cuando la vida se le cae encima?
Cuando me siento un poco Holly y vuelven mis días rojos busco lo que a mí me gusta llamar mis Tiffany's o comfort places, lugares en los que me siento más yo o puedo refugiarme de todo aquello que me hace sentir apagada. Puede ser aquella cafetería cerca de casa en la que me reciben siempre con una sonrisa al entrar y al salir, pese a que no me conozcan y siempre pida el mismo cappuccino. Aquel banco desde el que ver el atardecer más bonito de la ciudad o ese otro en el que me reencontré con mi pasado por última vez. La librería París del centro a la que siempre entro pese a que nunca compre nada, solo por el olor de todas aquellas páginas mezclándose entre sí. Lugares, en definitiva, como las rocas frente a la orilla del mar que tantas veces me vio llorar.
Es curioso como la conexión con algunos lugares, ya sea por experiencias vividas o recuerdos que eres incapaz de soltar, pueden ayudarte a cambiar la perspectiva. Son lugares refugio que, transitables, bulliciosos o tranquilos, te muestran algo que muchos otros no sabrían reconocer. Te muestran algo de ti mismo, te ayudan a enfrentar los miedos, te ayudan a reflexionar o simplemente te cogen la mano cómo lo haría una buena amiga. Es similar a la sensación de estar en un aeropuerto lleno de historias en las que nadie repara, pero existen, vienen y van.
Siento que el poder de los recuerdos puede cambiar nuestra percepción de un espacio, convirtiéndolo en casa. Pero al final no todo tiene un porqué ni una explicación. Me parece especial esa clase de conexión con el espacio, esa sanación inexplicable a través de los lugares que siempre te dieron paz. Es una sensación que no creo que se pueda recrear, un misterio recogido tan solo por la naturaleza y uno mismo. Quién diría que un lugar dentro de este mundo tan grande podría ayudarte a volver a tus raíces.
Y tú ¿a dónde vas cuando la vida se te cae encima?
La magia de un recuerdo
A lo largo de los años me han dado a entender que ser una persona nostálgica era una mala cualidad. Que vivía en el pasado y me arraigaba a él como una piedra ardiente que quema pero no puedes soltar. Reflexionando acerca de lo importante de la vida, de la pena de marcharse o cumplir un recorrido y ponerle punto final, me fijé en que los recuerdos eran …