La intimidad de lo nunca dicho

"Hay algo único en lo que no se toca, lo que no se dice, lo que no se expresa."

Una vida repleta de puntos suspensivos es una vida formada por el misterio. El no saber, las no respuestas encierran un vacío místico, uno real que sobrevive gracias a la imaginación de lo que jamás sucederá. Hay algo tan íntimo en lo nunca dicho. En lo que se esconde. En no volver a hablar. Hay algo único en lo que no se toca, lo que no se dice, lo que no se expresa. En los y si... que formula la memoria llenando los compases de un silencio ensordecedor.

Las historias incompletas encierran preguntas eternas compuestas de matices, historias que suceden más allá de la superficie de un mar de deseos anhelantes, uno sin límites ni fondo. El tiempo se encierra en esos quizás que tanto torturan al alma y no dejan en paz a la mente. Se encierra en cada segundo de algo que nunca pasará, que nunca volverá. Es un deseo que no pertenece a las cuatro paredes de tu hogar. No será, ni aunque lo intentes, ni aunque lo retuerzas. Los puntos suspensivos que dejan a su paso sustituyen a un punto final, que aún siendo honesto, podría resultar una estacada a traición para el corazón más puro.

En cada espacio que habita entre dos cuerpos, dos mentes que ya no se reconocen, vive una identidad preservada. Vive un sueño que se revive cada noche de insomnio, en cada calle inundada por la brisa de verano o cada risa, que antes de girarse, provoca un cosquilleo familiar –aunque jamás se pueda afrontar. Hay encanto en no saber cómo podría haber terminado, en esa fantasía que se construye con cuidado y no ha rozado aún la decepción.

Pienso en todas esas historias que conocía de memoria con esmero, pero ahora, aún con esfuerzo, solo soy capaz de leer entre líneas. En esa admiración de lejos, con un palmo de distancia entre lo que fue y lo que podría haber sido. Lo íntimo de esa palabra sin pronunciar, ese abrazo pendiente, esa canción sin dedicar, esa carta que escribí pero nunca envié o ese te quiero que aún desgarrando por dentro nunca se dijo. Retener ese espacio lejos de las manos de un mundo rutinario y cruel es una declaración de afecto. Las historias que acaban suspendidas en el aire, juzgadas por incomprensión, esconden un punto y seguido con un gran capítulo o una página en blanco detrás.

Esa distancia. Ese silencio tentador que nunca se va pertenece a dos personajes de un mismo cuento, dos protagonistas que no fueron capaces de adivinar su destino y que nadie más podrá desvelar, ni siquiera rozar. Es único, irrepetible. No cambia, no se transforma, tan solo existe presente en un mundo al que ya, por suerte o por desgracia, no pertenece más. En la ausencia se haya la presencia de todo lo que fue. Quizás, resolver ese enigma resulte de pronto un impulso, una necesidad frenética, casi vital, a raíz de esa fantasía que crece y no deja espacio para la verdad. Dar vida a esa pulsión repentina puede resultar liberador, pero ¿qué hay más conmovedor que aquello que nunca será?